La leyenda cuenta de un romance entre el Príncipe Licancabur y la Princesa Quimal, que es un cerro ubicado en el extremo del Gran Salar de Atacama. Se cuenta que puesto que Licancabur era un volcán real, tenía un compañero, o escudero, para cuidarlo. Este “tipo” se llamaba Juriques, y era tan apuesto como Licancabur.