Una de las características de toda lengua es el equilibrio inestable en que se encuentra debido a la tensión permanente (e incluso al conflicto) entre normas y usos. Esto queda patente en frases como “Eso no se dice”, “Eso está mal dicho”, “Así no se dice”, etc. que todos hemos oído o utilizado alguna vez. Recordemos que la noción de norma remite a las pautas consideradas gramaticalmente correctas, o, para decirlo en términos sociolingüísticos, al sistema de instrucciones que el hablante debe escoger (en los planos fonológico, morfológico, sintáctico, léxico-semántico y pragmático) si quiere ajustarse a cierto “ideal lingüístico” sociocultural o estético.